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Las palabras del Papa Francisco durante el tradicional mensaje “Urbi et orbi” son una invitación a enjugar las lágrimas de la humanidad que empañan el presente de nuestra historia. Como ha señalado el Papa, “hay muchas lágrimas en esta Navidad junto con las lágrimas del Niño Jesús”. Con esta singular radiografía de una actualidad tantas veces olvidada, el Papa nos ha recordado que la salvación de Jesús es “para todas las personas y para todos los pueblos”. Una salvación que debe llegar a quienes en Irak y en Siria viven “desde hace demasiado tiempo los efectos del conflicto”; a los prófugos, desplazados y refugiados; a quienes están sufriendo en Ucrania; a quienes buscan la paz en Nigeria y en Libia, Sudán del Sur, en la República centroafricana y en varias regiones de la República del Congo.
El Papa Francisco ha señalado que en nuestro mundo existe un silencio cómplice cuando delante de nosotros sucede el drama de tantos niños asesinados y maltratados, “ya sea aquellos antes de ver la luz, privados del amor generoso de sus padres y sepultados por el egoísmo de una cultura que no ama la vida, como los desalojados a causa de las guerra y de las persecuciones, abusados y explotados”. La respuesta a esta globalización de la indiferencia, que nace “de la dureza del corazón de muchos hombres y mujeres sumidos en lo mundano”, está en el encuentro con el Niño Jesús nacido en belén, que convierte el poder en servicio, el odio en amor, la destrucción en creatividad.
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